Entre las cuestiones que rondan el embarazo y la maternidad, los abuelos merecen un lugar especial. Y es que muchas veces los futuros padres, envueltos en el torbellino emocional y el cambio de vida que significa la llegada de su hijo, no pueden tomar dimensión de lo que significa para sus propios padres, convertirse ahora en abuelos.
Pensar a la familia como un sistema –es decir como una totalidad integrada por miembros que ocupan funciones y roles particulares y diferenciados- nos permite tomar conciencia de que en una familia, si algo cambia o se modifica en uno de sus integrantes, este cambio repercute sobre todo el resto de ese sistema. Como ya hemos mencionado, el embarazo y el nacimiento significa a la vez un momento de mucha felicidad, de celebración de una nueva vida, pero también de CRISIS VITAL por los enormes cambios que conlleva. Y esta crisis afecta en primer lugar a la mujer y la pareja embarazada, pero también a todo el sistema familiar.
Particularmente, para los futuros abuelos, este momento también será un hito en sus vidas: el tránsito de padres a abuelos conlleva una mezcla de sentimientos y pensamientos que aunque parezcan contradictorios, son todos igualmente válidos. Además de la enorme felicidad que pueden sentir por ver a sus hijos conformar su propia familia, este hito significa una reedición de su propia paternidad, una vuelta a los recuerdos de convertirse ellos mismos en padres… y es también un “pequeño duelo”: les advierte sobre el paso del tiempo, les confirma que sus hijos han crecido, y los encuentra con aquello que tienen de parecido pero también lo que será tan distinto en sus decisiones, sus modos de vida, sus maneras de actuar, de criar, de ser.
Tal vez estas diferencias en los modos de ser padres entre una generación y otra sea una de las cuestiones más difíciles de sobrellevar. Los nuevos padres se encontrarán buscando repetir aquello que recuerdan con más satisfacción acerca de su propia infancia, e intentando “hacer todo lo contrario” de lo que sus padres hicieron con lo que no están de acuerdo. Y el panorama se hace más complejo en tanto no sólo habrá disidencias entre modos de crianza heredados y actuales, sino también entre los estilos de crianza que ambos miembros de la pareja embarazada traen de cada una de sus familias de origen.
Así como los nuevos padres construyen un “ideal de hijo”, los futuros abuelos van construyendo la imagen de ese nieto, con quien imaginan compartir tiempo juntos, algún juego, salidas y paseos, tiempos de cuidado, historias y secretos. Al mismo tiempo también notan que la imagen de hijo y de nieto, así como los distintos estilos o modos de crianza, pueden no coincidir en algunos aspectos.
Con las mejores intenciones los “viejos padres” ansían impartir toda su experiencia para ayudar a sus hijos en este camino, pero a la vez pueden notar que sus ideas o sugerencias no son tenidas en cuenta por los nuevos padres. Encontrar el punto justo entre apoyar a sus hijos pero no invadir su espacio, ayudar sin estorbar, en ocasiones resulta dificultoso y requerirá de momentos de diálogo para llegar a entender las necesidades y expectativas de cada uno.
Es por eso que resulta muy importante que los futuros padres puedan manifestar con claridad aquello que necesitarán de sus propios padres de ahora en más, en su rol de abuelos. Y ante momentos en los que se sientan que los lugares de cada uno se tornan confusos, será necesario plantear amablemente a los abuelos que, como padres primerizos, necesitarán hacer por sí mismos su propio aprendizaje, vivir su propia experiencia de convertirse en padres. Aún cuando esto implique (que sin dudas lo hará) cometer errores, sean los mismos que cometieron ellos u otros nuevos. La experiencia de quienes ya han sido padres es muy valiosa, pero siempre que se tenga presente que cada experiencia y cada modo son únicos e irrepetibles.
En el caso de los abuelos que se hacen cargo del cuidado de su nieto de modo pautado, regular y sistemáticamente (por ejemplo, mientras los padres van a trabajar), esta diferenciación de roles debe tenerse muy presente. Ellos pueden asumir el cuidado del niño, pero la crianza (la toma de decisiones, lo que se considera importante y lo que no, lo que se puede hacer y lo que no, etc.) constituye un rol indelegable de los padres. En estos casos se hace más imperiosa la necesidad de clarificar y expresar claramente estas decisiones parentales, aunque esto implique aceptar la presencia de desacuerdos entre los distintos miembros de la familia.
El rol de los abuelos es también, y a su propio modo, indelegable y muy importante, principalmente en dos sentidos:
- Es importante para los nuevos padres, en cuanto a la enorme ayuda y contención que pueden brindarles en este momento tan importante de sus vidas. Más aún en situaciones como: familias monoparentales, mamás muy jóvenes, ausencia de otros familiares, o exigencias laborales muy altas. Aunque se han convertido en padres, nunca dejarán de ser sus hijos y los seguirán necesitando desde ese lugar; no sustituyendo su rol sino integrándolo con el resto de los roles de cada familia.
- Es importante para el nieto, porque los abuelos son los encargados de transmitir la herencia y la historia familiar, y de brindarle el sentido de pertenencia a un grupo. Sobre la base de la presencia sistemática en su vida, el niño podrá entablar una relación vincular estable y así encontrar en sus abuelos figuras de apego seguro para desarrollarse saludablemente.
Un post muy bonito. Nuestros abuelos nos han cuidado muchísimo tanto en nuestra infancia como en la infancia de nuestros hijos. Estos han supuesto una salvación en muchos momentos de nuestras vidas, incluso en algunos vitales. La logística familiar no sería lo mismo sin los abuelos y por tanto es necesario mimarlos y cuidarlos por siempre.
Muchas Gracias por el comentario y qué razón tienes!!