Ya desde el embarazo o bien cuando llega el bebé, ante la pregunta de con quién lo dejamos al tener que volver al trabajo o cumplir con otras responsabilidades y horarios, la opción de los abuelos suele ser una de las más frecuentes, ya sea por deseo, posibilidades o necesidades de los nuevos padres.
Esta opción -y hablamos aquí de abuelos que cuidan no en alguna ocasión excepcional, sino varias horas, varios días a la semana- tiene numerosas ventajas respecto a otras (como una guardería o una canguro). Primero, para los padres, puede darles la tranquilidad necesaria para sentirse más cómodos al dejar a su hijo con figuras tan conocidas y de confianza. Segundo –y no menos importante-, para ese bebé, los abuelos son parte de su vida desde el comienzo; con lo cual el niño entabla una relación vincular estable y así encuentra en ellos figuras de apego seguro para desarrollarse libremente.
Ahora bien, como todas las decisiones que hacen a la crianza de un hijo, esta también tiene sus puntos difíciles.
Cuestiones a tener en cuenta:
- Es preferible que la decisión de que un abuelo o abuelos cuiden al bebé sea producto de un acuerdo entre todas las partes, y no vivida como algo impuesto (ya sea de los hijos hacia sus padres o suegros, o al revés). Es fundamental para la pareja (ahora convertida en familia y como tal, responsable de sus propias decisiones) que ambos acuerden primero en su intimidad quién o quiénes se encargarán del cuidado del bebé, antes de transmitirlo o pedirlo a los abuelos; así como igualmente importante será que el o los abuelos sean conscientes de la responsabilidad que implica esta función, puedan darse un tiempo para pensarlo, y aceptarlo si es que están de acuerdo y dispuestos.
- Es preciso que el pedido de ayuda sea lo más claro y concreto posible, para evitar confusiones en la comunicación, errores de atribución o falsas expectativas. Ejemplos de pedidos u ofrecimientos confusos serían: “si tú puedes te iremos diciendo cuándo te necesitaremos”, o “Vosotros llamadme que yo allí estaré”. Por el contrario, pedidos claros y concretos serían: “Necesitamos saber si podrías cuidarlo de lunes a viernes de 8 a 12 hs.”, o “si me necesitáis yo estoy disponible los martes y viernes durante toda la tarde”.
- Padres y abuelos deben saber que, así como en las guarderías las señoritas o tutoras relatan a quien retira al niño cómo estuvo ese día, si comió, si hubo cambios de pañal, etc. (además de contar con notas por escrito y entrevistas periódicas con los padres), entre ellos deberá haber regularmente momentos para el pase de información sobre el niño. Esto de ningún modo significa que los padres no confíen en las capacidades de cuidado de los abuelos, sino que necesitan saber en detalle lo que sucede en la rutina diaria de su hijo para así hacer un buen seguimiento de su crianza, y tomar las decisiones y acciones que sean necesarias. Tanto padres como abuelos deben tener esto presente para no olvidar destinar un tiempo específico (al llevar al niño, al retirarlo, o algún momento de reunión semanal) a estas cuestiones.
- Es frecuente que, si sus padres o suegros se ocupan de cuidar a su hijo por períodos prolongados de tiempo, la pareja se sienta que es mejor dejar pasar algunas cosas que nos molestan para no generar conflictos, porque ya nos están haciendo un enorme favor. Si bien es cierto que el cuidado del nieto es una ayuda invaluable –y esto puede llevar a los padres a sentirse en deuda-, es importante que los padres dialoguen y puedan distinguir qué cosas se pueden dejar pasar, y cuáles son muy importantes para ellos y es preciso modificar. En este último caso, será mejor intentar acordar o negociar de modo lo más ameno y respetuoso posible con los abuelos, que acumular broncas o resentimientos que luego generen grandes discusiones o conflictos.
- Todos hemos escuchado infinidad de veces la tan conocida frase: “los padres están para criar, los abuelos para malcriar”. Ahora bien, cuando se trata de abuelos que cuidan diariamente y por varias horas a su nieto o nieta, la situación es muy diferente. Y no es que esté mal consentir al nieto de vez en cuando, sino que malcriar es justamente esa excepción a la regla, ese gusto que nos damos algunas veces (como cuando preparamos su comida favorita o dejamos que duerma en la cama de los papás). Estas excepciones pueden seguir estando, pero siempre sobre la base de una rutina estable y segura, donde quienes cuiden al niño puedan en el día a día reproducir las pautas básicas de crianza que los padres han decidido (qué se puede y qué no, en qué momentos y horarios, etc.).
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