Para la mujer, así como para toda la familia, la vuelta al trabajo luego de convertirse en madre implica importantes cambios en la ya tan cambiante vida cotidiana. Ya sea que la madre no lo desee pero sí sea una necesidad, como que sienta el genuino deseo de retomar sus actividades fuera del rol materno, suele ser una decisión que requiere ser tomada con tiempo, evaluando opciones y registrando los sentimientos encontrados que nos puede despertar. En cualquier caso, en la decisión de retornar al trabajo confluyen el deseo, la necesidad y las posibilidades de cada mujer.
Lo que deseo: ¿Está bien si quiero volver a trabajar? ¿Está bien si no quiero?
Como sucede con tantas otras cuestiones que hacen a la maternidad y la crianza, suelen escucharse comentarios a modo de reglas generales, fórmulas o máximas que se repiten y circulan entre conocidos, familiares y amigos. Desde las opiniones que afirman que lo más saludable es volver al trabajo y recuperar la vida personal lo antes posible -para que el bebé no se malcríe-, hasta la idea de que una madre debe quedarse en casa cuidando a su hijo al menos durante el primer año de vida para que crezca cerca de ella y se sienta seguro. Estas afirmaciones genéricas no pueden aplicarse a modo de manual de instrucciones para todas las familias, ya que podrían ir en contra de lo que cada madre en su particularidad desea para su propia experiencia, generando en ella sensaciones de culpa y autorreproches. En otras palabras, desear volver o no al trabajo luego de ser mamá no es correcto ni incorrecto, y las motivaciones para ese deseo pueden ser muy variadas y respetables. Una madre que siente ganas de recuperar tiempos de actividad para sí misma y no lo hace porque se supone que debe conformarse con ser madre y ama de casa, no necesariamente hará un bien a su hijo; del mismo modo que una madre que sienta deseos de estar el mayor tiempo posible con su bebé postergando otros deseos y motivaciones, pero sintiéndose forzada a trabajar para no “malacostubrar” a su bebé. Sin dudas aquello que la madre desee, si es realizado a conciencia y respetando los modos más saludables y adecuados posibles, será lo mejor para esa familia en particular.
Necesidades y posibilidades: ¿y si no puedo elegir?
Ahora bien, claro está que, lo que deseamos no siempre coincide con nuestras necesidades y posibilidades. Existen muchas situaciones en las que la madre desearía quedarse más tiempo en su casa cuidado a su bebé de pocos meses, pero no tiene otra opción que la de volver a trabajar. Puede suceder también, que con el paso del tiempo sienta deseos de recuperar tiempos productivos fuera de casa, pero que no cuente con la posibilidad de dejar durante esas horas a su hijo con una persona o en un lugar (familiares, guardería, canguro) –ya que a veces no conviene económicamente salir a trabajar si el costo del cuidado del bebé es igual o mayor-. En cualquier caso, cuando nuestra realidad no es del todo compatible con nuestros deseos, estas decisiones suelen ser aún más difíciles, todavía más si nos aferramos a estas reglas generales o máximas sobre lo que es mejor (que no contemplan la complejidad y variedad de escenarios que se nos pueden presentar).
De cualquier modo, y sea que la vuelta al trabajo se dé por elección o por necesidad, lo más importante será, insisto, el modo en que este cambio en la vida de esa madre y ese bebé se vaya sucediendo. Entonces, ¿cómo sobrellevar la vuelta al trabajo del modo más saludable posible?
Adaptarnos al cambio
Es importante tener en cuenta que la vuelta al trabajo debe ser tomada como un proceso, que por lo tanto llevará tiempo y al que tanto tú como tu bebé deberán adecuarse paulatinamente, de a poco. Desde su nacimiento, el bebé desarrolla un vínculo de apego con sus padres (o con quienes cumplan esa función) con los que se siente protegido, seguro, y de los que naturalmente teme separarse. A su vez la madre, en todo ese primer tiempo en que permanece casi constantemente con su bebé, desarrolla una capacidad de cuidado, protección y conexión emocional que del mismo modo hace difícil para ella también la separación. Por lo cual, es de vital importancia que dicha separación se dé lenta y sistemáticamente, con tiempos que se harán progresivamente mayores.
Todos sabemos que en el caso de las guarderías y los Jardines de Infantes, existe lo que se llama un período de adaptación, en el cual el niño permanece en la institución por tiempos inicialmente muy cortos, que se hacen lentamente más extendidos hasta llegar al horario normal de permanencia en el jardín. Ese modo de transitar el despegue del niño y su madre (o padres) es un buen ejemplo de cómo puede realizarse este proceso de una manera saludable: no sólo respetando los tiempos de adaptación del niño –que debe habituarse a estar al cuidado de otros y sin la presencia de su principal figura de apego- si no también los tiempos de la mamá –para quien sin dudas no estar con su hijo por varias horas podrá resultar algo angustiante o al menos movilizante-.
De modo que, aún cuando no sea tu caso el de enviar a tu bebé a una guardería, el proceso de adaptación puede replicarse en todas las otras situaciones en las que hayas decidido o debas dejar a tu bebé al cuidado de otras personas. Si sabes que dentro de un tiempo volverás a trabajar (aunque sea por pocas horas en principio), puedes elaborar tu propio período de adaptación: comenzando semanas o meses antes del momento de volver al trabajo, a dejar a tu bebé al cuidado de otra u otras personas por períodos que en principio sean muy cortos (algunos minutos, media hora, luego una hora y así sucesivamente), para que de este modo:
* Tú elabores de a poco las emociones y sensaciones que despierte el hecho de que otros cuiden a tu bebé, salir de la casa, volver a tener tiempo contigo misma, realizar alguna actividad (laboral o no) que había quedado relegada, etc.
* Tu bebé no viva el desapego como algo abrupto y pueda ir tolerando tu ausencia respetando también sus tiempos y posibilidades, de acuerdo con su desarrollo emocional y evolutivo.