Entre los temores más comunes que surgen durante el embarazo, suele darse en la mujer la preocupación o la duda sobre si podrá dar el pecho, si podrá hacerlo correctamente y sin dificultades, de modo exclusivo (sin necesidad de recurrir al biberón); lo cual ocurre más aún en aquellas mujeres que esperan amamantar a su bebé con gran anhelo y esperanza, muy conscientes de sus incontables beneficios tanto para la salud física del bebé como para el desarrollo de un vínculo de apego seguro y satisfactorio entre ambos.
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El típico miedo a no poder amamantar, puede verse aumentado en el caso de que la mujer embarazada piense (de modo no muy acertado pero muy frecuente), que como dar el pecho es algo natural, esto implicaría que al poco tiempo de nacer el bebé debería prenderse fácilmente. Solemos pensar que esto es lo normal, y que por lo tanto, si ocurre cualquier otra situación por la que al principio el amamantamiento se torne dificultoso, esto implicaría que algo malo, raro o atípico estaría sucediendo con esa madre o ese bebé.
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Lo cierto es que esto no es así de sencillo en la mayoría de los casos, si no en todos. El amamantamiento es, como casi todas las cuestiones referentes a la maternidad, un proceso que se va gestando, y del cual mamá y bebé –a su propio modo único e irrepetible- se irán apropiando paulatinamente.
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Para comprender este proceso, es muy importante tener presentes dos consideraciones fundamentales:
1. Aprender a tomar
La idea de que por ser algo natural debe ser algo fácil, suele provenir del hecho de que el bebé nace con una serie de reflejos innatos básicos para su supervivencia. Entre ellos está el reflejo de succión, indispensable para comenzar a tomar la leche, alimento exclusivo durante los primeros seis meses de vida que lo proveerá de todos los nutrientes y defensas necesarios para su crecimiento y desarrollo. Ahora bien, el bebé nace con el reflejo de succión, pero no sabe tomar pecho. Es muy importante no confundir estas cuestiones: el bebé tiene que aprender, y eso lleva un tiempo. Mientras tanto, es muy probable que vaya a tragar aire, prenderse y desprenderse del pezón, tener reflujo, vómitos, pequeños ahogos, tal vez necesitar hacer pausas y «provechito» para luego seguir tomando…
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Poco a poco y con cada toma, va ganando práctica. Recién hacia el segundo mes de vida podemos decir que el bebé ya sabe tomar pecho: tiene adquirido el hábito, y toma con mucha más facilidad. Saber que esto es lo que sucede con más frecuencia entre los bebés, y no esperar que se prenda rápida y fácilmente a horas después de nacer, te ayudará a tener paciencia, no preocuparte o darte por vencida rápidamente, y ponerlo al pecho tantas veces como puedas pero sin presiones, respetando sus tiempos.
2. Aprender a dar
Por otro lado, la mamá también debe aprende a dar el pecho. Recuerda que no por ser algo natural de nuestra especie esto significa que hacerlo sea algo espontáneo y relajado: somos seres de naturaleza pero por sobre todo somos seres sociales, y en nosotros circulan (aunque no siempre de modo consciente) ideas, valores, creencias, pensamientos, mandatos y prejuicios. Es muy frecuente que durante las primeras horas luego del nacimiento, la mamá sienta cierta ansiedad o pudor a amamantar en frente de familiares y amigos que la visiten, o que experimente la sensación de que todos están observando cómo lo hace, como si se tratara de una evaluación.El agotamiento del parto o cesárea, el exceso de visitas y de comentarios y la ansiedad que todo esto genera en la madre no colaboran a crear ese espacio de serenidad y paciencia que mamá y bebé necesitan para adentrarse en este nuevo y enriquecedor acto de nutrición física y emocional.
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Por todo esto (y además de las molestias y/o dolores de los primeros días), la nueva mamá necesitará tiempo para encontrar su propia forma de hacerlo, la posición que le resulte más cómoda, el lugar de la casa, en compañía o en soledad con el bebé… antes de sentir esa sensación de plena confianza y naturalidad al amamantar.