Los primeros días en casa
Conocer, sostener a tu bebé, calmar, alimentar, abrigar, acunar, poner palabras a lo que está necesitando, hablarle, cantarle: de todo eso y de mucho más se trata la función materna. Pero, lejos de ser algo que se da de un día para el otro, el maternaje es un proceso que se logra progresivamente, que requiere tiempo, paciencia y dedicación.
En nuestra sociedad, la maternidad se suele relacionar con algo instintivo, algo que las mujeres llevamos naturalmente, “en nuestros genes”, desde pequeñas… y al convertirnos de hecho en madres, se espera que ese instinto aflore automáticamente, ya que justamente sería lo natural. La consecuencia indeseable de aferrarse a esta idea, es que en esos primeros días en casa, cuando todo es aún muy nuevo y hay un mundo de experiencias por conocer, la mamá comienza a exigirse porque “debería saber”: debería saber por qué llora su hijo, qué necesita, si algo le pasa o no, saber cómo cambiar un pañal, cómo arreglárselas para darse un baño, preparar la comida y dar el pecho, todo en pocos minutos… en fin, debería saber ser mamá, porque las mujeres tenemos ese instinto.
Más que un instinto, lo que sí tenemos es una predisposición emocional a conectarnos con nuestro bebé, a desear conocerlo, cuidarlo, hacer lo mejor para él o ella… y eso no es algo que de buenas a primeras se “sepa”, sino justamente, algo que SE APRENDE. Eso sin dudas tenemos naturalmente los seres humanos: una enorme predisposición a aprender, sobre aquello que nos interesa, nos motiva y nos despierta las más intensas emociones.
Los primeros días con el bebé en casa para una mamá primeriza pueden ser hermosos, increíbles como un sueño, agotadores, caóticos, emocionantes, estresantes, gratificantes… todo eso junto y un poco mezclado. Y es lógico, hasta hace un par de días, hasta el momento exactamente previo a salir para el sanatorio, eran dos en la casa…. Y hoy hay nada más y nada menos que un nuevo integrante, que requiere toda la atención, el amor y el cuidado.
Y, ¿qué es todo eso que se aprende en los primeros días con el bebé en el hogar? Muchísimas cosas, incontables “primeras veces”, en las que (como en todo aprendizaje), el proceso es a base de ensayo y error, ensayo y error: algo nuevo sucede, intentamos una cosa, si no funciona intentamos otra, y así sucesivamente. Al principio el bebé se comunicará con una sola forma de lenguaje que es el llanto, y con ese llanto intentará decir muchas cosas. Con lo cual es esperable que pruebes todo lo que se te ocurra para calmar su necesidad, hasta finalmente dar en el blanco. Conforme vayan pasando los días, conforme pases más y más tiempo conociendo a tu bebé, comenzarás a notar que su forma de llorar no es la misma cuando quiere dormir que cuando tiene hambre, sus gestos faciales son distintos, todo su cuerpo se comunica de modo diferente… tu oído se agudizará y te despertarás al menor ruido que haga durante la noche… te darás cuenta más rápidamente si tiene fiebre, cólicos, o sólo quiere que lo carguen para sentir la piel y el aroma de mamá o papá.
Poco a poco, ese torbellino de nuevas “primeras veces” se irá aliviando, mamá, papá y bebé irán encontrando su propio modo de hacer las cosas, de organizar su día y su rutina, y verás que será más sencillo adaptar tu respuesta a sus necesidades. Pero insisto, como todo aprendizaje, requiere tiempo, paciencia, pasar tiempo juntos, y mucha observación: mirar mucho a tu hijo, sentirlo cerca y concentrarte en lo que está sucediendo en el momento presente.
Por todo esto, es importante tomar conciencia de que tal vez habrá muchas ocasiones, durante ese primer tiempo, en que la sensación de no saber podrá generarte angustia, ansiedad, agotamiento o momentos de desborde… todos sentimientos esperables, si al cambio rotundo de vida le sumamos los cambios psicobiológicos propios del postparto: un momento en el cual, así como sucedía durante el embarazo, pueden presentarse marcadas fluctuaciones en el estado de ánimo, una sensibilidad exaltada, momentos de llanto intenso, o el temor de que estas sensaciones nunca se vayan y no vuelvas a recobrar la tranquilidad o el descanso…Tener en cuenta que esto puede suceder, te ayudará a no desanimarte en los momentos en que te inunda ese “no saber”, pedir la colaboración de tu pareja, familia y amigos en cuestiones prácticas (organización del hogar, preparar la comida, cuidar al bebé mientras tomas una ducha o sales a la calle a respirar aire fresco), y sobre todo, tener la convicción de que esta sensación pasará: de a poco, paulatinamente, irás ejercitando tu nuevo rol y combinándolo con tus otras áreas de la vida, te sentirás más estable emocionalmente, y (más rápido de lo que crees) “sabrás” ser mamá de tu hijo mejor que nadie.