¿Cuándo y Cómo avisar?
Resulta innegable el impacto que genera la llegada de un bebé, no sólo para la madre y pareja embarazada, sino también para todo el sistema familiar, amigos y allegados. Todos esperan con ansias a ese nuevo ser, de distintas formas, todas igualmente válidas. En esos nueve meses el pequeño o pequeña se ha hecho desear, y nadie quiere dejar de ser primero en conocerlo. Pero, ¿qué sucede cuando empezamos a notar que las expectativas de familiares y amigos sobre lo que será el momento del nacimiento, no coinciden con lo que los futuros padres desean para ese día?
Conforme la fecha probable de parto comienza a acercarse, las fantasías de todos empiezan a tomar forma. Es así que tal vez en una mesa familiar o una reunión con amigos, se comparten expresiones de todo tipo, que le van indicando a la mamá o pareja embarazada lo que los demás esperan de ellos al momento del nacimiento: “queremos estar ahí cuando esté por nacer”, “avísennos cuando van a la clínica”, “cuando ustedes lo deseen ahí estaremos para conocerlo”, “no los queremos molestar, estaremos esperando en el pasillo”, “yo los llevo al sanatorio”, “tómense un largo rato para los tres, ya tendremos tiempo para verlo”, entre muchas otras. La mayoría de las veces no se le pregunta a la pareja qué es lo que ellos desean para ese momento, incluso en ocasiones ni siquiera los futuros padres se han preguntado cuál es su deseo. Y se suele caer, en un intento genuino (pero a la vez infructuoso) de espontaneidad, planteando que “lo iremos viendo en el momento”… con el riesgo de que lo que para nosotros resulte evidente no lo sea para el resto de la familia y allegados.
¿Por qué es importante pensar, dialogar y planificar en pareja cómo queremos vivir el momento del nacimiento?
Justamente, como las personas podemos pensar de modo muy diferente, lo que en nuestra mente resulta muy obvio, puede no serlo para los demás. Seguro que para cuando el parto se hace más cercano, la madre y la pareja han fantaseado con ese momento mil veces, se lo han imaginado de tal modo o de tal otro, y en esa fantasía también entran a jugar todos los que lo han esperado junto a ellos. ¿Quiénes están en la habitación? ¿Están mamá, papá y bebé solos los tres? ¿Están los abuelos, los tíos, los amigos?
Generalmente en los cursos de preparto, con el obstetra o la matrona, suele recomendarse que se reduzcan al mínimo las visitas, que no se avise a nadie hasta que el bebé ya nació, ya que el exceso de gente puede resultar agotador y estresante. Mamá, papá y bebé necesitan descansar, dedicar sus energías a conocerse, olerse, estar en contacto piel con piel, en un ambiente cálido, libre de ruidos estrepitosos, olores fuertes, luces altas…
Si bien esta suele ser la recomendación genérica, también es cierto que, como dicen las abuelas, “cada familia es un mundo”. Existen familias en las que se respetan y valoran mucho los tiempos privados de cada uno, y las decisiones se toman con relativa autonomía. En el otro extremo están aquellas familias en las que todos saben todo de todos (todo el tiempo): y esto no siempre es vivido como una imposición, sino que muchas veces sus miembros desean genuinamente compartir todo lo más posible, y disfrutan de esos momentos juntos. Es así que dependiendo de la relación que tengan con la familia, surgirá lo que deseen para ese momento: estará la pareja que anhele estar en soledad con su hijo todo un día o dos hasta convocar a la familia; estarán los que quieran llamar a sus padres (los nuevos abuelos) para que los acompañen desde el primer momento; los que convoquen a tíos, primos, amigos… ninguno de estos escenarios es mejor o peor, siempre que sea lo que los padres deseen, como ellos lo deseen, y no un anhelo impuesto por otros. Si lo pensamos de este modo, la decisión de cómo deseamos vivir los primeros momentos de vida de nuestro hijo será la primera de una sucesión de decisiones que deberemos tomar como una familia autónoma ya constituida: aquí los nuevos padres serán los protagonistas y únicos responsables de dichas decisiones.
Es por esto que resulta muy importante pensar, reflexionar y dialogar, primero en pareja y luego compartiendo la decisión tomada al resto de la familia y amigos, preferentemente un tiempo antes de que llegue el día del nacimiento. Hablarlo con anterioridad permitirá limar asperezas, llegar a acuerdos cuando la situación pueda ponerse algo difícil, y dedicar las energías en ese momento tan especial que es el nacimiento de un hijo a vivirlo como lo deseamos, sin tener que preocuparnos allí de aclarar malos entendidos o escuchar comentarios indeseados no dichos anteriormente. Puede resultar complicado de hablar con familiares y amigos, pero aunque cueste sin dudas será lo más saludable para minimizar el riesgo de que, pasado el momento, los padres queden con la sensación de que “no fue como lo deseábamos”.
EL CONSEJO: si sientes dudas respecto a cómo te sentirás recibiendo visitas, recuerda que generalmente resultará más sencillo convocar a alguien (por ejemplo llamando ese día o enviando un mensaje que diga “te necesito aquí conmigo, ¿puedes venir a la clínica?”) que pedir a la gente que se retire del lugar. Y si ese fuera el caso, cuenta con tu pareja o acompañante para que sea el encargado de transmitir amablemente el mensaje de que te sientes algo cansada y necesitas tranquilidad. Lo primero en ese momento, más allá de los lógicos deseos de todos los demás, serán tú y tu bebé. Ya habrá otros “primeros momentos”, todos únicos y hermosos, para que cada miembro de la familia disfrute con este nuevo y tan esperado ser.
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