El temor a lo que vendrá: ¿voy a poder con todo?
Cuando se acerca la fecha del nacimiento, así como aparece el típico miedo o ansiedad frente al parto, es común que las mujeres experimenten cierto temor o dudas acerca del futuro rol de madre, sobre si podrán afrontar la enorme responsabilidad de cuidar de otro ser, y cómo harán para integrar este nuevo rol con todos los demás (trabajadora, esposa o pareja, amiga, madre de otros hijos, estudiante, etc.). De hecho, muchas embarazadas afirman que si bien el parto les resulta atemorizante, éste dura sólo unas horas, mientras que el nuevo rol de mamá es para toda la vida. Entonces, aparece en el pensamiento de la embarazada un mar de dudas en torno a la maternidad y el cambio rotundo de vida: ¿voy a poder? ¿Voy a hacerlo bien? ¿Descuidaré mi trabajo, mi pareja, mi cuerpo, mi vida privada, mis amigos? ¿Resignaré mi vida para dedicarme a ser mamá? ¿Y si la resigno, me sentiré mal por ello?
Aunque no sean preguntas que la mujer se anime a decir en voz alta –porque muchas veces sobrevienen las opiniones y juicios de valor-, el hecho de que aparezcan estas dudas no nos habla de que se esté mejor o peor preparada para ser madre, o que haya más o menos deseos de serlo. Por más que la mujer esté absolutamente deseosa y convencida de tener un hijo, es completamente esperable que al menos por momentos experimente sentimientos aparentemente contradictorios respecto a todo lo que vendrá.
En el caso del temor a no poder con todo, hablamos de una preocupación que se hace muy frecuente, ya que forma parte de las exigencias actuales que hacen al ser mujer. Quienes hoy se convierten en madres cargan con el mandato heredado de generaciones pasadas de ser madres devotas, y a la vez con las expectativas de la sociedad actual de no descuidar su carrera laboral y su vida social. Es por esto que, conforme avanza el embarazo, la mujer comienza a percibir que el futuro inmediato de la maternidad traerá incontables cambios en su vida cotidiana, en donde su bebé será la prioridad absoluta. Y por más que lo desee con todas sus fuerzas, también puede preocuparle sentir angustia o malestar por no poder cumplir con sus otros roles habituales.
Bajo todos estos temores, existe una realidad que la futura madre percibe muy bien: desde el primer día de vida, su bebé la necesitará a toda hora, y ser madre se convertirá en un “trabajo de tiempo completo”. Se trata de un vínculo muy especial, distinto a cualquier otro, ya que integra amor con responsabilidad. Es por eso que el impacto por el tan rotundo cambio de vida será muy fuerte, y la nueva mamá sentirá como si prestara su vida, todo su ser, a esta nueva personita que tanto la necesita.
Este inconmensurable acto de amor que hace quien cuida a un bebé recién nacido es un proceso que requiere de tiempo para ser elaborado, y no siempre resultará fácil; sobre todo cuando, con el correr de los primeros días, el cansancio y la falta de descanso comienzan a hacerse sentir. Llevará tiempo acostumbrarse a esta idea de “prestar el yo”, al hecho de que de ahora en adelante, la vida y el tiempo no serán sólo de uno mismo.
Evitar los extremos
Con frecuencia, ante estas dudas las madres y padres primerizos pueden adoptar distintas posturas y estilos de crianza; desde aquellos que intentan sostener el estilo de vida (trabajo, horarios, vida social) que llevaban antes de la llegada de su hijo, hasta quienes se ven impedidos de realizar sus propias actividades personales y sociales por quedar indefectiblemente supeditados a los horarios de la rutina de su pequeño. Como con tantos órdenes de la vida, ninguno de estos extremos parece ser lo más saludable: la clave radicará en encontrar flexibilidad para adaptarse a los distintos momentos de la crianza, las necesidades y posibilidades del niño y de cada uno de sus padres.
Aunque esta base de amor y responsabilidad nos acompañan toda la vida en la relación madre/padre-hijo, el vínculo es dinámico, y las necesidades del bebé y de los papás van cambiando con el paso del tiempo. En un primer momento el cuidado del bebé ocupará casi la totalidad de la vida cotidiana, y serán los adultos quienes deban adecuar mucho más su rutina y su día a las necesidades del bebé, de lo que el pequeño podrá integrarse a la vida adulta. Conforme pasen los meses, será esperable que el bebé comience a incorporar los primeros hábitos y rutinas a modo de primeros límites (qué se puede y qué no, en qué momentos, quién lo decide), y de esta manera, sobre todo la mamá (que suele ser quien pasa más tiempo con el bebé) pueda ir paulatinamente recuperando espacios y tiempos para desempeñarse en los otros roles que hacen a su ser mujer: trabajo, vida en pareja, amistades, ejercicio físico, momentos de descanso y ocio, entre otros.