Embarazo y sexualidad

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En nuestros días, resulta claro que la sexualidad y el embarazo, o más aún la sexualidad y la maternidad, no son procesos aislados ni contrapuestos: ambos constituyen distintos aspectos, distintas cuestiones que hacen a ser mujer como una totalidad que las integra.
Sin embargo, no menos cierto es que el embarazo significa para muchas parejas un momento de desencuentro -o de encuentros diferentes-. Las incertidumbres, los temores típicos, la ansiedad, los cambios físicos y emocionales, son elementos nuevos que aparecen en la vida diaria, y del mismo modo irrumpen a menudo en los momentos de búsqueda de intimidad en pareja.
Particularmente en la mujer, los efectos del embarazo sobre el modo en que vive su sexualidad pueden ser altamente variables.

En primer lugar, las experiencias varían de mujer a mujer (recuerda que cada embarazo es único e irrepetible). Es así como mientras muchas manifiestan cierta pérdida de interés en tener sexo, para otras resulta un momento de mayor motivación y búsqueda de una vida sexual absolutamente plena. En medio de estas realidades contrapuestas, podemos encontrar numerosos matices.

En segundo lugar las experiencias también pueden variar para una misma mujer o pareja, según los distintos tiempos del embarazo. Lo más frecuente suele ser la presencia de altibajos respecto al deseo sexual, que van de la mano de las fluctuaciones en el estado de ánimo y en las emociones.

Durante el primer trimestre, el deseo sexual suele verse un poco relegado en la mujer, debido a los primeros miedos típicos, a la sensación de fragilidad y de riesgo (ya que todo es aún muy reciente) y a los malestares físicos (náuseas, mareos, somnolencia, fatiga o cansancio). No así en el hombre, en quien el hijo por nacer no suele ser aún una realidad muy concreta (aunque lo haya deseado fervientemente) y su vida cotidiana no ha sufrido grandes cambios.

Es en el segundo trimestre cuando la mujer suele volver a reencontrarse con su vida sexual con mayor comodidad, ya que las molestias y temores iniciales han cesado y los cambios corporales comienzan a transitarse con mayor aceptación y agrado.

Nuevamente, en el último y tercer trimestre la barriga se hace más grande, las molestias en el cuerpo se hacen notar, y es posible que los pensamientos y deseos de la mujer estén mucho más depositados en la llegada del bebé, que en esa otra faceta del ser mujer que es su sexualidad.

Como decíamos, más allá de que las experiencias son únicas y varían en cada caso, estas sensaciones cambiantes de disminución y aumento el deseo sexual son completamente esperables.

Los miedos típicos: ¿es riesgoso o no recomendable tener sexo durante el embarazo?

Décadas atrás, ciertos textos de obstetricia enunciaban una serie de contraindicaciones que limitaban mucho la posibilidad de una pareja para mantener una vida sexual activa durante el embarazo. Solía pensarse por ejemplo, que el pene del hombre podría pegar contra el cuello del útero, y que las contracciones producidas en el útero durante el orgasmo podían acelerar el parto o producir el aborto, provocar rotura de bolsa o pérdida del tapón mucoso. Estas indicaciones médicas hoy consideradas sin sustento científico, sumadas a las costumbres y tradiciones morales antiguas, generaron en la sociedad la idea del embarazo como algo separado de la sexualidad. Muchos mitos fueron relatados, y con ellos numerosos temores y prejuicios que tienen sus efectos todavía en la actualidad. Aún hoy continúa la creencia de la embarazada y su cuerpo como algo sagrado, puro, que no debe ser contaminado por los deseos sexuales. Estas ideas acaban provocando en la embarazada, aunque no siempre de modo consciente, una disminución de su deseo sexual o por el contrario cierto sentimiento de culpa o vergüenza por querer continuar con su vida sexual tan activamente como antes.

Es importante aclarar que no existen contraindicaciones para tener relaciones sexuales durante el embarazo, en ningún momento del mismo (salvo alguna particularidad de determinado caso, situaciones de riesgo, o indicación médica específica). Al contrario, tener sexo resulta beneficioso:
-Biológicamente, porque contribuye a ejercitar los músculos perineales, tan exigidos durante el parto
-Psicológicamente, por ser el acto de comunicación más íntimo de una pareja, que a la vez contribuye a satisfacer esta necesidad de afecto y cariño que en la mujer embarazada muchas veces se ve aumentada.

Pero no olvidemos: sexualidad no es igual a genitalidad. La mujer puede en ocasiones y momentos de la vida como éste disfrutar mucho más los besos, las caricias, el placer previo, que el acto sexual propiamente dicho.

En esta etapa de profundos y continuos cambios, de temores y encuentros diferentes con nuestra intimidad en pareja, es esperable que surjan algunos desacuerdos. Tal vez ya habían surgido desde el momento mismo en que ambos comenzaron a planear y buscar ese embarazo. La sensación de que la relación sexual se había convertido en algo mecánico o pautado, desprovisto de espontaneidad…

Estos desacuerdos pueden a la vez responder a un cambio en los intereses, gustos y necesidades personales, en la evolución y el crecimiento de la relación de pareja.

El consejo: destinar un tiempo de esa intimidad para HABLAR con honestidad acerca de qué queremos, qué buscamos y qué necesitamos del otro, es el primer paso para el entendimiento y el reajuste en la pareja. Será un ejercicio que ayudará a transitar no sólo los distintos tiempos del embarazo, sino también el momento del reencuentro durante el postparto.

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