El miedo al parto

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Una emoción aprendida

Entre las diversas emociones que siente la mujer durante el embarazo, resulta muy común sentir (al menos por momentos) miedo a situaciones reales o posibles que habrá de transitar en los tiempos que se aproximan. Y es absolutamente esperable sentir temor, más aún cuando aquella situación o experiencia que viene no la hemos vivido nunca en carne propia. Justamente, el temor es un estado afectivo que aparece ante aquello que es desconocido, en parte impredecible, y en cierto grado resulta saludable y adaptativo en tanto nos prepara para estar alertas y afrontar esta situación del mejor modo posible..

Entre estos miedos que surgen en el embarazo, el temor al parto es uno de los más frecuentes, sobre todo en madres primerizas. En madres secundíparas o multíparas puede darse otra forma de temor al parto, más relacionada con la preocupación por alguna complicación, o con la idea de que no podrá estar presente para los otros hijos (es muy común que durante el trabajo de parto, la madre sienta que no está del todo “conectada” con lo que está sucediendo, ya que al mismo tiempo está pensando cómo estarán sus otros hijos, si la necesitarán, si estarán bien cuidados todas esas horas, etc.). Así que, de una forma u otra, y teniendo en cuenta que aunque tal vez ya hayas pasado por esto, puede aparecer cierto temor.

Pero, ¿a qué tememos cuando tenemos miedo al parto? A sentir mucho dolor, a no hacer bien los pujos, a terminar en una cesárea cuando no la deseamos, a que algo no salga del todo bien, a “no poder”… Básicamente temor a vivir ese momento, que ansiamos más que nada en el mundo y a la vez nos asusta (más que nada en el mundo). Queremos y no queremos al mismo tiempo. Así de complejos son los sentimientos.

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Creo que además de ser un hecho natural que prepara cuerpo y mente para estar alertas y poner todas las fuerzas para lo que vendrá, el temor al parto es indiscutiblemente un hecho cultural. La biblia dice “parirás con dolor”; hasta el siglo pasado en lugar de decir “las contracciones”, se las solía llamar “los dolores”; las películas muestran mujeres gritando desesperadamente (y hombres desmayándose)… más aún, parece que mucho de lo que tiene que ver con “lo femenino” resulta doloroso (la menstruación es otro ejemplo). Y además (y aunque suene políticamente incorrecto decirlo) entre mujeres que han pasado por esa experiencia, de generación en generación suelen relatarse más las experiencias difíciles que las que han sido agradables… como si existiera una especie de competencia entre las personas donde cada relato es aún más terrible que el anterior… como si la máxima fuera “cuanto más lo sufrí, más madre soy”.

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Todas estas expresiones culturales dejan una impronta muy fuerte en nuestro pensamiento y en nuestra manera de sentir, que en muchos casos lleva a concluir que la experiencia del parto DEBE SER así (dolorosa, desagradable, desbordante) y no puede ser de otro modo. Cuando todos en realidad sabemos, que cada experiencia es completamente diferente, que los escenarios posibles son muchos, y que la vivencia personal sobre el parto (como sobre tantos hechos de la vida) es única e irrepetible.

Por todo eso, considero que el miedo al parto es un miedo que se aprende: dicho de otro modo, las mujeres aprendemos a tener miedo a parir, casi sin darnos cuenta, incluso desde muy pequeñas, desde antes de siquiera concebir ese hijo por nacer.

¿Qué hacer con esos temores?

– En primer lugar, aceptarlos, sin creer que está mal tener miedo. Nuevamente, es totalmente esperable y común en situaciones tan importantes y movilizantes como esta.
Expresar tus miedos, hablar sobre ellos con alguien de tu confianza. Generalmente forzarnos a no pensar en algo termina provocando el efecto contrario: se vuelve lo único en lo que podemos pensar. Hablar de lo que nos pasa nos ayuda a externalizar nuestros pensamientos, a ponerlos afuera y tratarlos con más claridad.
Despejar todas las dudas con el obstetra y/o la matrona que te esté tratando. Intenta no juzgar tus preguntas como irrelevantes, superfluas o ridículas. Nuevamente, si algo ocupa tu pensamiento será mejor aclararlo que guardártelo o intentar inútilmente no darle importancia. No olvides que los profesionales están para eso, para hacerte sentir lo más cómoda y tranquila posible con todo lo que estará por sucederles a ti y a tu bebé.
Asistir al curso de preparto, o cursos de preparación para el nacimiento, sola o con tu pareja o acompañante que elijas. Informarte y tomar conocimiento sobre cómo preparar el cuerpo para el nacimiento, las distintas formas en que puede desencadenarse el trabajo de parto, los tiempos del mismo, los motivos de consulta, cuándo es momento de ir a la clínica entre otros temas, alivia muchísimo la ansiedad. Aunque será un momento único y no sepas exactamente como se dará todo, conocer algo más sobre el parto te dará una mayor sensación de control sobre lo que sucederá (y de hecho lo tendrás). Y aunque cuando ese momento tan esperado llegue sientas que lo has olvidado todo y no harás bien nada de lo que te enseñaron, tu cuerpo guardará la memoria de lo aprendido y estarás mejor preparada.

EL CONSEJO: Así como desde el embarazo conviven en ti emociones tan diversas como pueden ser la alegría y la tristeza, la esperanza y el temor, en el parto pueden perfectamente convivir el dolor con el placer. Puedes disfrutar del parto, aún cuando sepas que éste puede ser doloroso, largo o difícil. Podrás disfrutarlo más si lo transitas con aceptación, te sientes lo más preparada posible y dejas a un lado (al menos por ese momento) todos los relatos que te han contado. Permítete poner en duda este miedo que aprendimos a tener, y vive intensamente tu propia experiencia.

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