La frustración por el sexo del bebé

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Entre la amplia gama de sentimientos y emociones que surgen o se intensifican durante el embarazo, puede aparecer cierta frustración de la mujer o la pareja embarazada al recibir la noticia de que el sexo de su bebé no era el deseado o imaginado.

La desilusión o frustración que se vive ante esta situación parece ser un tema menor, hasta insignificante. Se suele juzgar a la mujer o pareja embarazada que confiesa estos sentimientos, afirmando desde una mirada más racional que “lo importante es que tu bebé sea sano”; y si bien esto puede ser cierto, no hace menos válido lo que la futura mamá o pareja pueden sentir al respecto.

Con esto quiero decir, que nada de lo que la mujer embarazada piensa o siente es absurdo o insignificante. Lo que sucede es que en muchas ocasiones las emociones nada tienen que ver con la razón, la lógica o lo que se supone que es correcto. Incluso es preciso saber que el temor a tener un hijo del sexo no deseado es uno de los más comunes, tanto como lo son el miedo al parto, el miedo a parir un bebé feo, o a tener mellizos o gemelos. Temores que aparecen ante una experiencia nueva y desconocida, que en muchos aspectos (como lo es que el bebé sea varón o mujer) escapan completamente a nuestro control.

La frustración que puede vivir la futura mamá o pareja ante la noticia de que deseaban un varón y será una niña, o a la inversa, puede darse en el caso del primer hijo de la pareja, pero suele ser más frecuente en los hijos siguientes. Así, sucede que por ejemplo, si ya tuvieron un varón podrán desear que sea otro varón para que los hermanos sean compañeros, o que sea niña para vivir una experiencia distinta de paternidad; más aún si la pareja no desea tener más hijos en un futuro.

¿Por qué sentirnos frustrados?

Si nos detenemos a pensar a qué se debe que una futura mamá o papá deseen fervientemente que su hijo sea de un determinado sexo, sintiendo desilusión por la noticia contraria -aún cuando desde lo racional sepan que lo importante es que esté sanito-, considero que al menos parte de estos sentimientos puede provenir de esa imagen ideal de hijo que nos hacemos en nuestra mente, sujeta a cierto estereotipo cultural de lo que significa tener una hija niña o por el contrario tener un hijo varón. En nuestra sociedad nos encontramos atravesados por una ideología de género que marca los pasos de lo que se supone que distingue a la identidad de un niño o una niña, lo que uno y otra hacen o dicen, los intereses y gustos, las actividades o juegos predilectos, el lugar que ocupan en la familia… Incluso en interacción con los padres, existe toda una amplia gama de presuposiciones acerca de lo que un niño y una niña comparten con su madre y con su padre, las diferencias en el modo en que suelen relacionarse, lo distinto de criar a uno y otro sexo.

Estereotipos: los mitos de las diferencias entre los sexos

Desde el embarazo las personas allegadas a la pareja embarazada, o incluso la propia pareja, fantasean y debaten en torno a lo que significa tener un hijo varón o una hija mujer, con comentarios harto conocidos: “ojalá tengas un varón porque los varones son más de la mamá, y las niñas más apegadas al padre”, “es mejor tener un niño primero, así cuidará de su hermanita menor”, “los varones son más compañeros, las niñas son más peleadoras”, “si tienes un niño te volverá loca, las niñas son mucho más tranquilas y sentimentales”, “los niños sólo quieren jugar a la pelota, no les interesa la cocinita o los muñecos”, “las niñitas son más independientes”, “las nenas aprenden a caminar/hablar más rápido”…

Todos estos supuestos acerca de las diferencias entre tener y criar un hijo varón o niña, son construcciones sociales y culturales, y en muchos casos hasta mitos sin ningún sustento comprobable. El hecho de que por ejemplo, una amiga que haya tenido hijos diga que su niñita es muy apegada al padre, nada nos dice de las niñas en general sino que nos está hablando de una experiencia entre miles; experiencia que -como en todo lo que hace a la crianza de los hijos- no puede ser trasladada a una generalidad. SI bien existen diferencias en los modos de pensar sentir y comportarse entre hombres y mujeres, nada impide que una madre y su hija sean tan compañeras y apegadas como se supone que son los niños varones con sus madres, y viceversa para el caso de los padres. El carácter, la personalidad, los gustos e intereses de tu futuro/a hijo/a se irán conformando en interacción con múltiples factores (no sólo la diferencia biológica que implica el sexo) y en la medida en que los futuros padres se permitan poner en duda estos prejuicios, podrán disfrutar del vínculo único a construir con ese nuevo ser, sea o no del sexo esperado.

Por otro lado, los otros tantos mitos en torno a la posibilidad de la embarazada o de las personas allegadas de adivinar, sentir o intuir el sexo de su bebé (por la forma de la barriga, mediante algún ritual o por un supuesto instinto materno que le permite saber) pueden condicionar el pensamiento y la imagen ideal que los futuros padres van construyendo.

En cualquier caso, es importante remarcar que estos sentimientos de frustración o desilusión, de existir, suelen ser transitorios o pasajeros, y se ubican dentro de la amplia variedad de emociones encontradas (alegría y esperanza, angustia y temor, dudas e incertidumbre) que vive la mujer y la pareja durante el proceso de cambio que implica todo embarazo.

El consejo: no te juzgues a ti misma si te sientes algo desilusionada porque tu bebé no es del sexo que esperabas. Ten la tranquilidad de que esta frustración cesará, e irá dando paso a la posibilidad de que construyas un vínculo uno a uno con tu bebé, distinto a cualquier otro y libre de cualquier condicionamiento.

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